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¿Quién desea mi deseo?
Género, Sexualidad y Amor
Saber-sentir cual es mi deseo a cada momento va contra la inercia de ser funcional al mundo.
Si soy mujer y he desarrollado la empatía, la culpa y el afán de sobreprotección de les otres como lo han hecho mis ancestras mujeres desde ese lugar aprendido seguramente no conozco mi deseo.
El cuerpo de una mujer al servicio de los demás cuerpos y de sus necesidades es moneda corriente de todos los días. No escuchamos sino a través de los quereres ajenos, es un modo de vivir para nosotras, inmersas en el rol de la buena hija pasamos a fecundar el de buena esposa y el de buena madre. La esclava nunca se pregunta lo que quiere para ella misma porque esa pregunta puede sacarla de la esclavitud.
No ser dueña de nuestros tiempos, nuestros espacios y nuestros territorios corporales es una esclavitud deseada. Nos deja en el lugar de niñas, al decir de Marcela Lagarde. Una niña no quiere nada para ella misma porque aprende a querer lo que la cultura le dice que es deseable y bueno. Aplaudimos los buenos modales femeninos en lugar de enseñarle a nuestras hijas a descubrirse, conocerse y saberse poderosas en sus elecciones.
Género, Sexualidad y amor
Nuestra mirada como mujer siempre esta puesta afuera, eso hemos aprendido-asimilado y así dejado de existir.
Existe sí, todo un mundo organizado y construido en costumbres para que no nos escuchemos y, en este trabajo blindado alrededor de volver cómoda la vida ajena no nos damos cuenta de que no dejamos crecer a nadie a nuestro alrededor. Al menos no en las potencias que esas personas podrían conocer de sí mismas sin nuestras intervenciones. Nuestros compañeros no se responsabilizan de sus fallas porque nosotras las tapamos, nuestros hijos e hijas simplemente se convierten en sumisxs o tiranxs cuyo fin es el servicio o la dominación.
En este rol, entonces, anulamos las potencias de autodescubrimiento y desarrollo de los demás, en cambio, generamos en ellos y en ellas la creencia de que eso es lo normal… nuestra no existencia. Como la de nuestras madres y abuelas: vivir desde la invisibilidad, el resentimiento por no habernos sentido y, desde la carencia por todo lo que no nos supimos dar.
Nuestra existencia es el primer lugar a conquistar si queremos salir del caos emocional en el que nos encontramos. Dejar de pedirles a otros que nos den la mirada que aún no sabemos darnos, recuperar nuestro poder arquetipal de mujer-diosa y soltar las historias que nos victimizan es lo más importante en el proceso de realizarnos en la propia felicidad.
Mi existencia en el amor
El amor tiene que ver con el cuerpo. Marca el cuerpo. Todo lo que vamos aprendiendo en cuanto a necesidades, deberes y prohibiciones teje nuestra coraza física y energética la cual va a determinar nuestro pensar y sentir en todas las áreas de la vida.
La vida de las mujeres está marcada por acontecimientos relacionados con el amor: de niñas generamos un amor ciego por nuestro padre y/o madre cayendo en la común creencia de que nuestra manera de comportarnos y el llenar esas expectativas los hará felices sacándolos de ese lugar de desasosiego en el que los observamos. ¿Porque vemos a nuestras madres en su tristeza cuando somos niñas? ¿Podemos darnos cuenta de que estamos frente a una buena hija que tampoco fue capaz de elegir su deseo?
Por algún mal entendido apropiado culturalmente, nos enfocamos en que nosotras podemos cumplir sus expectativas regalando a nuestras madres una vida ideal como la que ella hubiera querido tener, siendo la esposa ideal, con les hijes ideales (Yo le llamo el mito de la Familia Ingalls porque francamente es un mito ideal). Otra trampa es ser la niña de papá y no querer traicionar su mirada paternalista acerca del rol de buena mujer que él espera, un rol que por supuesto anula nuestras reales potencias.
¿Cómo hacemos entonces para recuperar nuestro deseo?
¿Cómo habitamos el amor desde el lugar deseado por nosotras y no desde las construcciones que ya tanto daño han hecho a la humanidad?
¿Cómo salimos del bucle de repetición que nos mantiene en una fidelidad familiar constante sin crecimiento ni evolución?
En el enfoque tradicional del amor la creencia es que el amor se da sólo, no hay que conocer nada, llega inesperadamente como nos lo muestran en las películas y animaciones, te sale naturalmente del corazón y sólo debes entregarte. Desde una perspectiva que ya aprendió de lo vivido anteriormente, inclusive por nuestras madres, podemos darnos cuenta de que para amar es imprescindible el autoconocimiento. En la concepción tradicional del amor se espera que las mujeres seamos ignorantes. La ignorancia es considerada un buen atributo del amor, implica confianza y es casi una virtud femenina, una buena costumbre.
¿Quién Soy?
Actualmente, podemos darnos cuenta de que para amar el primer interés tiene que estar situado en nosotras mismas: quién soy, qué soy, qué quiero, qué deseo, qué anhelo, qué necesito, qué puedo, qué hago. Si no conozco quien soy, probablemente lo que esté haciendo al amar es cumplir mandatos amorosos que me dejan una vez más: en el lugar de niña buena y obediente que reproduce. Si no sé qué quiero probablemente esté dispuesta a querer lo que otros quieren para sí como si yo lo quisiera para mí. Probablemente esté en conflicto con mis deseos porque están prohibidos, entonces vuelvo a ser territorio del deseo de otros y vivo para realizar sus anhelos.
Es fundamental la pregunta ¿Qué deseo? Es una pregunta que nada tiene que ver con la necesidad de mi ubicación en mi vida y en el mundo, sino con existir en mi propia vida a partir de escucharme a cada momento, sentirme habitando mi cuerpo y dejarme llevar hacia dónde quiero ir, expresando mi real ser que quizás no es funcional al resto, pero que siendo quien soy al fin podré tener intimidad real en el amor. Sin conocer mi propio deseo, sin saberme existente habitando mi cuerpo es muy difícil relacionarme desde la intimidad real con otro ser.
Género Sexualidad y amor
Desde mandatos ajenos acerca del amor, desde construcciones tradicionales nos embarcamos en historias ilusorias con personas que tampoco habitan su existencia sino que son repetición de los propios mandatos familiares. Así, en la ilusión, nadie ve a nadie y la violencia es fértil.
Te invito a re-pensarte en tus construcciones subjetivas, en tus vínculos, a salir de los lugares comunes para encontrar lugares placenteros desde los cuales habitar primero tu relación con vos y que en esa existencia te encuentres con aquellos y aquellas afines a tu esencia.
Ana Florencia Falca
Licenciada en Psicología. Terapeuta Corporal. Consteladora Familiar.
www.enraizarterapiasholisticas.com
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