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El Teatro Ritual
Teatro Ritual Enraizar Terapias Holísticas
El hecho teatral, en su condición de rito, recupera su función originaria como elemento de cohesión de un grupo social, devolviendo al individuo su imagen colectiva. La reunión de un grupo de individuos con el fin de hacer teatro adquiere un valor de experiencia vital e incluso mística, al mismo tiempo que de gesto ideológico de reafirmación del sentido social del grupo, de igualdad de derechos de los individuos en la colectividad.
La recuperación del pensamiento mítico devuelve, entonces, al teatro el poder de evocación de la imagen, la palabra o la música en el subconsciente cultural del receptor. La escena, protagonizada por el cuerpo del actor, recrea aquellas imágenes que habían pervivido en la memoria colectiva de una sociedad y en las que se encontraban impresas a través de siglos de tradición cultural las huellas de su identidad histórica y humana. La capacidad de los arquetípicos colectivos de despertar en el público zonas del subconsciente aparentemente dormidas adquiere una importancia central en el proceso de construcción y comunicación de nuevos significados.
El teatro ritual configura una imagen del individuo mártir de la civilización occidental, denunciando la condición materialista como el principio destructor de la dimensión espiritual y trascendental del hombre. Vemos al individuo que somos y que rechazando la supuesta falsedad de los códigos sociales desarrollados por la civilización occidental, recurre a lenguajes de inspiración primitivista como defensa última de la subjetividad frente al avasallante mundo exterior.
Teatro Ritual Enraizar Terapias Holísticas
El rechazo al teatro realista implica, en este caso, la negación de los principios de una sociedad legitimada por ese modo de expresión. Esto explica la urgencia en la construcción de otros códigos de expresión artística, ya sean inventados a través de los movimientos formalistas tendentes a la deformación radical o la abstracción, ya sea recurriendo a formas primitivas de expresión social como los ritos religiosos, las ceremonias sociales o ciertos tipos de cantos y bailes, en ocasiones tomados de culturas extrañas al mundo occidental. Los ritos constituyen un código idóneo para hacer visible, presente y material, mediante la transformación de sus participantes, del espacio y los objetos, una realidad oculta. La escena se convierte en el espacio de la catarsis y la transformación.
El Teatro del Oprimido
El teatro del oprimido, creado por el dramaturgo brasileño Augusto Boal, se basa en el estudio interactivo de escenas que simulan la realidad y el juego de roles, analizando las relaciones de poder y los mecanismos de opresión presentes en la sociedad en sus distintos niveles.
En estos talleres se empezaron a detectar personas víctimas de «opresiones» que no eran visibles ni tenían un foco externo concreto. Por lo tanto Boal teoriza el concepto de «Policía en tu cabeza»; profundizando en estas opresiones interiorizadas. El autor parte de la hipótesis de que la opresión; en muchas ocasiones; se encuentra principalmente en la cabeza de cada individuo. Propone técnicas prospectivas, introspectivas y de extraversión; con ejercicios que permiten al grupo enfrentar sus propios miedos y prejuicios internos causantes en muchos casos de las opresiones más esquivas a un primer análisis como pueden ser la soledad; el miedo al vacío o la incapacidad para comunicarse.
Teatro y Libertad
En los movimientos ritualizados hay un esfuerzo por responder con libertad absoluta y conciencia de sí; también hay un aporte al fortalecimiento de nuestro eje-identidad; proporcionándonos un perfil que nos separa de los otros. Pero a la vez significa el instrumento para encontrar un territorio en el cual todos somos iguales. Este territorio se manifiesta en la presencia material del actor que es la misma e inalterable en cualquier lugar. Por una parte, la pregunta. ¿Quién soy? como individuo de un determinado tiempo y espacio y; por otra, la capacidad de intercambiar respuestas en relación a esa pregunta con personas extrañas y lejanas en el tiempo y en el espacio. (De Marinis, 1988).
Una obra, hasta la que se pretende rupturista, se completa con la intervención de todos; con la multiplicidad de valoraciones que es capaz de suscitar; con la profundidad que una pesquisa sin condicionamientos o prejuicios permite. Así, se propone una nueva relación con las formas en un devenir temporal distinto; que privilegia la horizontalidad, faculta la intervención de todos por igual y perpetra una revuelta contra el sistema de apreciación de las disposiciones que nos encorsetan y limitan.
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